Queridos lectores: Debo confesarles que escribir este relato fue extraño. Cuando me estaba decidiendo de qué hablaría hoy, una vocecita empezó a decir «uno, dos, tres…» en mi cabeza y mis dedos empezaron a fluir…
Uno, dos, tres. Salto la cuerda, doy medio giro y me agacho así. Cuatro, cinco, seis. Me agacho así, doy medio giro y salto la cuerda. Siete, ocho, nueve, diez. Salto la cuerda, doy medio giro y…
-¡Eleonor! ¡Para! ¡Por favor! ¡No lo soporto! -Grita Emily, mi hermana mayor, con los ojos desorbitados -Si papá descubre que lo estás volviendo a hacer…
-¡No le digas, Emy! -Exclamo asustada mientras suelto la cuerda y me acerco corriendo a ella -Por favor -Suplico y empiezo a lloriquear. No quiero que mis padres me vuelvan a enviar a ese tenebroso lugar lleno de paredes blancas y doctores sin corazón.
-Pero Ele, de nuevo estás haciendo ese extraño rito…
Muy estraño e interesante. Despierta unos pensamientos increíbles, muy buena entrada.
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